La superlucha que desarrollan las regiones por el control del poder disfrazado de autonomía, de capitalidad plena o por la raya entre nación oriental y nación occidental, se ha trasladado de la calle a ciertos hogares con el peligro de acabar instalados en la ‘república del silencio’. En estos hogares la pasión política ha dividido las opiniones y está por dividir a la familia boliviana, por lo que en nuestra modesta opinión lo prudente es mantener la boca cerrada, hablar de fútbol o de otros temas menos controversiales, porque si se trata de defender principios e instituciones, la familia debería gozar de protección preferente por ser la base de la pirámide social. Si la base cede, el resto de la estructura se tambalea. Por eso digo: ¡autonomía sí, pero no así
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